El cuerpo del periodista Fredid Román Román fue velado ayer en Buena Vista de la Salud, un pueblo que durante los últimos años ha sido disputado por grupos de civiles armados, donde los habitantes sostienen que “ya no se puede vivir”.

La comunidad tiene no más de 20 cuadras, es un pequeño valle resguardado por un cerro que hace mucho dejó de ser un escudo natural. En Buena Vista los hombres, mujeres y niños padecen la zozobra constante, la cotidianeidad está ligada al miedo de quedar en medio de los enfrentamientos que recurrentemente sostienen grupos de civiles armados. Se trata de células delictivas que las autoridades aseguran que ya tienen muy bien ubicadas, pero que hasta el momento no son detenidas.

La casa del fundador del periódico La Realidad está ubicada a dos cuadras de la base que la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) tiene sobre la carretera federal México-Acapulco, a menos de cinco minutos de El Ocotito, donde también opera otro grupo de UPOEG, pero que aseguran, ya no obedece a los intereses de la comunidad.

El cuerpo de Fredid Román descansó en una caja de madera barnizada en color café, al frente se colocó su retrato, sereno, a poca distancia de la fotografía de su hijo Bladimir, un joven de 21 años asesinado el pasado mes de junio.

Afuera, sobre la calle pavimentada se colocaron un par de toldos para resguardar las mesas color blanco en que descansaron los vecinos, amigos y compañeros de trabajo que acuderon a compartir el duelo. En las calles aledañas se distribuyeron cuatro patrullas de la Policía del Estado, los elementos, de pie se apostaron sobre las aceras. Pero ese resguardo no generó en los lugareños la percepción de seguridad; el miedo, como sucede desde hace varios meses, permanece instalado en la comunidad.