Podíamos empezar con los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. A ellos los desaparecieron porque no tenían la conciencia limpia y, por lo tanto, tenían mucho de qué temer. Pero, eso sí, no eran cobardes y por eso salieron sin protección hacia Iguala. Entre ellos, además de Enrique Hernández Salcedo, candidato de Morena a la Presidencia Municipal de Yurécuaro, asesinado hace unos días, podíamos incluir a algunas decenas de miles de mexicanos que fueron asesinados o desaparecidos por el crimen organizado porque, de alguna manera, se lo merecían. Porque si uno tiene la conciencia limpia, no tiene nada a qué temerle y porque tomar medidas de seguridad es señal de cobardía.
Andrés Manuel López Obrador, guía espiritual del partido Morena, dijo en San Luis Potosí que “quien lucha por la justicia no tiene nada que temer”. Eso pensó Marisela Escobedo Ortiz, quien durante dos años estuvo buscando justicia y castigo para el asesino de su hija, Rubí Marisol Freyre Escobedo, hasta que ella también fue asesinada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua. En Sinaloa, Sandra Luz Hernández también buscaba justicia por la desaparición de su hijo, Edgar García Hernández, pero fue asesinada en 2014. Un año antes fue asesinado en Chihuahua, Roberto Galván, quien se había unido al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJyD) reclamando justicia por la muerte de su hijo Roberto Galván Llop. Otros integrantes del movimiento fundado por el poeta Javier Sicilia también fueron asesinados: Pedro Leyva y Trinidad de la Cruz Crisóforo, de Ostula, Michoacán, este último de la Misión de Observación de Derechos Humanos del MPJyD, y el sonorense Nepomuceno Moreno, quien reclamaba la desaparición de su hijo Jorge Mario. Y los fundadores del Barzón en Chihuahua, Ismael Solorio y Manuela Solís, asesinados en 2012. Y la lista podría llenar todo el espacio que se me concede.
Citado por La Jornada (17 de mayo) afirma: “yo no traigo guardaespaldas porque tengo mi conciencia tranquila, estoy luchando por hacer el bien”. Y agrega ese diario: “Negó que vaya a traer seguridad porque es un ser humano, pero no es un cobarde”. Y me asalta una triple duda: ¿En 2009 era cobarde, mentiroso o no buscaba hacer el bien?
Cito sus declaraciones de ese año después de que cinco integrantes de su avanzada fueron detenidos en Mazatlán porque no llevaban el documento original que les autorizaba a circular armados, recogidas el 8 de enero de ese año por el diario Reforma: “Fue un acto injustificado. Son arbitrarios, detuvieron esta camioneta, con los cinco elementos, anteayer en la noche (martes), sin ninguna razón, porque todo está en orden, pero ya los liberaron, a los agentes. Sí, en efecto, venían acá a la gira con nosotros, siempre hay una vigilancia mínima, por razones obvias”. Tuvo seguridad en la campaña de 2006 con Marco Antonio Mejía López como su jefe de guardaespaldas. También tuvo seguridad en 2012 y, “por razones obvias”, también tiene seguridad actualmente.
Llamar cobardes a quienes solicitan protección es victimizar, nuevamente, por ejemplo a los desaparecidos dirigentes ecologistas de Guerrero, Eva Alarcón Ortiz y Miguel Marcial Bautista Valle, quienes habían solicitado protección. O a los 155 periodistas y defensores de los derechos humanos que entre julio y noviembre de 2014 acudieron al Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de México.
En su declaración, AMLO hace eco de la peligrosa idea de que cuando están decididos a matarte no hay forma de evitarlo: “…quienes se creen amos y señores del país, cuando deciden hacer algo, es muy difícil hacer algo y un ejemplo claro es que mataron al candidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio”. Qué tontería: Fidel Castro salió bien librado de decenas o centenas (se dice que 640) de intentos de asesinato, precisamente, porque tomó importantes precauciones de seguridad.
Es importante descalificar ese argumento para que otros candidatos, activistas, periodistas o personas expuestas se cuiden y conozcan la regla número uno de la seguridad: hay que evitar la oportunidad de que se cometa el delito. Las mentiras son comunes en las campañas políticas; las hay triviales, pero las dichas por AMLO no sólo son tontas, sino que pueden exponer,inútilmente, a más candidatos.
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