QUERÉTARO.- Los Gallos experimentaron una mutación. De aquel equipo zarandeado a mitad de semana no había vestigios. Por el contrario, en el juego de vuelta apenas sonó el campanazo de salida, devoraron al rival. Sometido Santos al ímpetu del Querétaro, el primer tiempo fue un molde de buenos modales futbolísticos y entraron tres anotaciones.
Parecía el melodrama perfecto para cumplir una remontada, pero a los Gallos se les acabó el combustible y la final no pasó de un gran susto para los de Torreón que acabaron por levantar la liga, su quinta como institución. Los cinco goles, que sirvieron como una cómoda renta, al final ayudaron para el título, aunque la gota gorda de sudor nadie la borra.
Salvo un disparo tibio al inicio, el primer lapso lo pasaron los laguneros atrincherados en su terreno. Pedro Caixinha no concibió muchos imprevistos y entregó gran parte del partido, situación que por poco le cuesta caro. No contó el portugués con el juego en los costados. Desde ahí Gallos fincó una revolución heroica que se fue traduciendo en goles. Un penal de Jesús Molina a Danilinho fue bien anotado por Mario Osuna.
La noche se le venía a Caixinha y a Santos, que apenas levantaron las manos. Presuponiendo un rival ahogado y con el apoyo del Corregidora vestido de azul y negro a reventar, el equipo queretano se lanzó a los golpes por delante.
Los de La Comarca Lagunera defendían con despistes y el concierto por los costados no cesaba. Los centros al área de Agustín Marchesín, ya fuera a balón parado o en jugada, se intensificaban como un bombardeo beligerante. Entró el gol de Yasser Corona y luego el de Ángel Sepúlveda, por lo que el éxtasis se tocó en el estadio y la ilusión comenzó a transitar en el pensamiento de los aficionados.
Caixinha, sin embargo, demostró empaque de entrenador y sin temblor atornilló su medio campo sin el prejuicio de sacar a su centro delantero. Javier Orozco no tendría la noche de Torreón y se fue al banquillo antes de concluir el primer tiempo. Sergio Ceballos acomodó la cintura del equipo en el momento exacto para nivelar el juego.
El segundo tiempo fue una paridad de fuerzas, pero era notoria la falta de oxigenación de los Gallos. Ronaldinho, habitual en reparaciones de urgencia en el equipo, eclipsó con su presencia, pero su talento apenas si gravitó. Con su juego, Gallos perdió fuelle, porque al salir Jonathan Bornstein ya no había piernas que rindieran por los costados. El Querétaro apostó al ataque por en medio y le facilitó la labor a los defensores laguneros.
Disminuido el conjunto queretano no le quedó más que aferrarse a un milagro. Las gargantas se fueron silenciando y un desangelado final se cernió sobre el cuadro local. Incluso Santos tuvo más oportunidades de ampliar su ventaja.
El final del encuentro fue una descarga de sentimientos. Los Guerreros apelaron al orgullo y sacaron un juego cocido a fuego lento, a pura sangre y pulmón, mientras que la afición de Gallos abrazó a su equipo como nunca antes, agradecida y satisfecha por la temporada brindada.