Como nunca antes, los partidos pequeños cobran protagonismo en estas elecciones. Porque sus alianzas con las principales fuerzas políticas resultan determinantes para el triunfo de éstas y en la construcción de mayorías en el Congreso.
Varios de los escenarios de éxito y fracaso hacia el 7 de junio se encuentran relacionados con la existencia o la falta de aportación númerica de lo que, tradicionalmente, hemos llamado la chiquillada, en referencia a los institutos con menos del 10% del electorado.
Bajo ese parámetro, siete de los diez partidos políticos que irán a las urnas en dos semanas se encuentran en tal condición y en total atraen a uno de cada tres electores efectivos.
Un promedio compartido por Roy Campos sobre la intención del voto que registran las principales encuestadoras en México, plantea el siguiente reparto del pastel electoral: PRI tendría el 32%, PAN 25% y PRD 14 por ciento. Es decir, una suma del 71% de los sufragantes posibles.
Pero ojo: es una cifra que sólo incluye a los votantes potenciales, toda vez que existe un porcentaje que va del 24 al 38% que no revela su preferencia partidista.
Al margen de esa incertidumbre, los partidos pequeños estarían captando el 29% de las intenciones de voto. Veamos el desglose: Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se lleva un 9%; Partido Verde Ecologista de México (PVEM) 8%; Movimiento Ciudadano (MC) 3%; Nueva Alianza (Panal) 3%; Partido del Trabajo (PT) 2%; Encuentro Social (PES) 2% y Partido Humanista (PH) un 1 por ciento.
Es decir, todos los pequeños juntos acumulan la misma representación que reúne el PRI; más que la conseguida por el PAN, y el doble de la que se supone habrá de lograr el PRD.
Y sí, cuantitativamente, se quedan con una tajada importante del electorado, en lo particular, los minipartidos tienen relevancia estratégica para las jugadas de las fuerzas grandes. Destaca la situación del PRD, que alrededor de Andrés Manuel López Obrador aglutinó en 2006, 2009 y 2012 al PT y a MC.
La nueva circunstancia perredista se asume desde ahora como la causa de una eventual derrota en Guerrero, donde la abanderada al gobierno estatal, Beatriz Mojica, compite con el candidato de MC, Luis Walton. Juntos suman más que el priista Héctor Astudillo, beneficiario de esa fragmentación.
El más cercano de los ejemplos del peso de los pequeños se dio esta semana con la alianza del candidato del MC a la gubernatura de Nuevo León, el expanista Fernando Elizondo, con el candidato independiente, el expriista Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco.
Significada como una declinación, el giro del exsecretario de Energía y gobernador interino en el sexenio foxista, aumentó la percepción de triunfo del abanderado sin partido.
Aun cuando los sondeos daban a Elizondo una baja intención de voto —del 3 al 5%—, al irse a las filas de El Bronco acrecentó la idea de la viabilidad de su triunfo frente a la candidata del ahí gobernante PRI, Ivonne Álvarez, al consolidarlo como el adversario de la oposición. Esto dinamitó al representante del PAN, Felipe de Jesús Cantú, quien ahora podría perder a los antipriistas ante el fenómeno del voto útil.
La relevancia de los pequeños queda de manifiesto en Nuevo León, donde nunca ha tenido presencia la izquierda y menos el MC. Pero al postular a un perfil de trayectoria —táctica a la que recurre la mayoría de estos partidos—, el naranja se volvió el fiel estatal de la balanza. Al grado que, hasta el jueves, los panistas guardaron la expectativa de que la declinación fuera a su favor.
Lo mismo pasa con el PRI, cuya probable ventaja en Nuevo León —como a nivel nacional— está determinada por el 8% de intención de votos del PVEM, convertido en una extensión del partido en el poder y en blanco de ataque de las fuerzas opositoras.
Porque independientemente de la calificación que le asignemos al litigio en el INE y en el Tribunal Electoral por los recursos de campaña de los verdes, lo relevante es entender que sin ellos los priistas estarían en mayores aprietos para mantenerse como primera fuerza.
Por eso el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo nunca afectó al Panal que ella creó. Con tan sólo 10 diputados y una senadora, el brazo político del magisterio surfeó la orfandad, al quedarse sin su líder histórica. Y a dos años de ese episodio, el partido turquesa se encamina a complementar en el segundo tramo del sexenio, la mayoría parlamentaria que el presidente Enrique Peña requiere.
Aunque a juzgar por los números, no todos los pequeños tienen el futuro garantizado. El PT y los dos nuevos (PES y PH) están en riesgo de perder el registro.
El peso de los pequeños aumenta en la medida en que los tres partidos grandes desencantan y se estancan. Esa parece ser la tendencia que torna inevitable la alternativa de los gobiernos de coalición.
Mientras tanto, pese a la dudosa calidad de sus ofertas, diluidas por sus arreglos coyunturales, la chiquillada cuenta y hace ruido: sea con la frustrada suplencia plurinominal de Marcelo Ebrard por el MC, la solicitud de que le quiten el registro al Verde, o la promoción que desde ya hace AMLO hacia el 2018 con Morena.
Por Ivonne Melgar