El Papa aseguró hoy que los migrantes tienen valores preciosos para las sociedades que los reciben y los instó a no dejarse robar la alegría de vivir, no obstante sus experiencias de miseria, opresión y miedo.

Durante la bendición dominical con el Angelus, asomado a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano, Francisco saludó a más de siete mil extranjeros que participaron en el Jubileo de los Migrantes, dentro del Año Santo de la Misericordia.

Mientras él hablaba, pocos minutos después del mediodía, continuaban los controles de seguridad en los ingresos a la plaza vaticana.

Desde muy temprano este domingo la zona fue blindada y se formaron largas filas en los accesos previstos. Los uniformados revisaban cada mochila y cada bolsa. Botellas y líquidos debieron quedar afuera.

Hablando en italiano, Francisco aseguró que cada migrante lleva en si mismo una historia y una cultura de gran valor, pero también experiencias de dolor. Por eso, insistió, su presencia en la plaza “es signo de la esperanza de Dios”.

“No se dejen robar esta esperanza y la alegría de vivir, que surgen de la experiencia de la divina misericordia, también gracias a las personas que los acogen y los ayudan. El paso por la puerta santa y la misa, que dentro de poco vivirán, les llenen el corazón de paz”, señaló.

Y agradeció especialmente a los detenidos de la cárcel de Opera, en Italia, quienes le regalaron las hostias -confeccionadas por ellos mismos- para la celebración jubilar. Pidió a todos dedicar un aplauso para los internos.

Con esas palabras se refirió a una misa que tuvo lugar inmediatamente después del Angelus en la Basílica de San Pedro y que fue precedida por el cardenal Antonio María Veglió, presidente del Pontificio Consejo para los Migrantes e Itinerantes.

Jorge Mario Bergoglio también pidió a la multitud dirigir una oración especial por las víctimas de los atentados terroristas ocurridos en los días pasados en Indonesia y Burkina Faso.

“El señor los reciba en su casa y sostenga el empeño de la comunidad internacional por construir la paz”, apuntó. Entonces recitó un Ave María con la multitud.

Poco antes, el líder católico había reflexionado sobre el pasaje evangélico de las bodas de Caná, durante las cuales Jesús convirtió el agua en vino a petición de su madre.

Precisó que ese milagro fue un signo de la bendición de Dios sobre el matrimonio y es, por lo tanto, la prueba de que el amor entre el hombre y la mujer es un buen camino para encaminarse en el sendero de la santidad.

“El episodio de las bodas de Caná nos ayuda a redescubrir que Jesús no se presenta a nosotros como juez apurado por condenar nuestras culpas, ni como un comandante que nos impone seguir ciegamente sus órdenes, se manifiesta como salvador de la humanidad, como hermano mayor, hijo del padre, como aquel que responde a las expectativas y promesas de alegría que habitan en el corazón de cada uno de nosotros”, estableció.

Fuente: Notimex/doh/foto: archivo