Análisis

Los indicadores geopolíticos, económicos, naturales, ambientales y sociales para detectar las amenazas en torno a la seguridad energética, no tenían en su horizonte al Covid-19, como una variable con el potencial para provocar una recesión en la economía mundial, poniendo en jaque a la demanda de hidrocarburos, como producto de la paralización y confinamiento de sociedades enteras para combatir la pandemia.

Solamente así se puede explicar la miopía e irresponsabilidad de Arabia Saudita que encabeza a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y Rusia, que sin importarles el contexto inédito por el que está atravesando la humanidad, se enfrascaron en una guerra de precios para recuperar mercados, desplomando los precios internacionales a menos de la mitad de su valor durante el pasado mes. Esto, a pesar de que la incertidumbre global nos está exigiendo soluciones de carácter universal, que requieren un cambio de raíz en las políticas de cooperación e interacción de la comunidad internacional, así como de los distintos organismos multilaterales.

Un ejemplo aleccionador del cambio de paradigmas que se requiere en las relaciones internacionales, es la cooperación entre dos pueblos milenarios que han dejado a un lado su rivalidad histórica para garantizar lo más preciado que es la vida y salud de sus gobernados; me refiero al gobierno de Israel y la Autoridad Palestina, estableciendo un trabajo conjunto y apoyo mutuo para combatir la propagación del virus.

Hagamos votos para que esta misma actitud responsable y de cooperación para enfrentar la pandemia, se vea reflejada en la próxima reunión de la OPEP, con el objetivo de acordar recortes del 10 por ciento del suministro mundial para estabilizar los precios.

La tregua de la batalla petrolera entre Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos, que ha provocado en los primeros días de abril la mayor alza semanal de los hidrocarburos en su historia; también es un recordatorio de nuestra dependencia energética, al importar más del 70 por ciento de nuestros combustibles, y de nuestra frágil capacidad de almacenamiento que se reduce a menos de tres días.

México no debe continuar a expensas de los intereses de los grandes productores petroleros; pasada la pandemia nuestra dependencia energética seguirá siendo el principal reto, por ello es primordial continuar impulsando los proyectos en marcha de toda la cadena de valor de los hidrocarburos.
Teniendo como ejemplo a España, uno de los países más afectados por la pandemia, que sin producir petróleo refinan el 90 por ciento de sus combustibles; la construcción de la refinería de Dos Bocas en Paraíso, Tabasco, y la modernización del Sistema Nacional de Refinación, hoy más que nunca son los proyectos estratégicos impostergables, que a mediano y largo plazo nos garantizarán la seguridad energética del país, y reactivarán la economía de los estados petroleros del sureste mexicano, que son los más rezagados del país.