El descuido de un maquinista provocó una tragedia al arrebatarle la vida a uno de sus compañeros, sobre las vías en construcción del majestuoso Tren Maya. La tragedia se cernió como una nube oscura sobre el Poblado Arena Hidalgo, lugar del deceso.
Alejandro, un hombre procedente de Xalapa, Veracruz, llegó a aquel lugar con sueños y en busca de una nueva oportunidad. Pero su nombre no se grabaría en la memoria de los obreros por sus logros, sino como un eco de fatalidad. Su cuerpo sin vida yace frío en el SEMEFO, testigo de una vida interrumpida abruptamente.
Eran las cuatro de la tarde, el fatídico momento en que el destino se alió con el infortunio en el tramo del Tren Maya que unía Tenosique y Palenque, en los límites con Emiliano Zapata. Una gigantesca máquina, conducida por Cruz Ángel ’N’, avanzaba sin miramientos, colocando los rieles de acero, ajena al peligro que representaba para aquellos que cruzaban su camino, entre ellos, Alejandro.
El peso del dolor en los corazones de los trabajadores se reflejaba en sus relatos. Cuentan que Alejandro, sumido en sus pensamientos, resbaló y cayó de la máquina, justo en el momento en que la fatalidad se presentó.
El ensordecedor ruido de la maquinaria impidió que Cruz se percatara de la caída de su compañero sobre las vías, y así, en un instante cruel, la vida de Alejandro se desvaneció de la forma trágica e injusta.
La escena fue desgarradora: el cuerpo del obrero fue separado en dos ante la mirada de sus compañeros. Pese a los desesperados gritos para que Cruz se detuviera, fue demasiado tarde; su compañero había caído mientras se colocaban los balastros sobre la vía.
La Fiscalía General del Estado intervino en el desafortunado suceso para levantar los restos del veracruzano, pero al mismo tiempo, se vio en la necesidad de detener a Cruz Ángel por el delito de homicidio culposo.