CIUDAD DE MÉXICO.- La posibilidad de insertar un chip en el cuerpo humano para abrir puertas, monitorear la salud o pagar la caseta de una carretera poco a poco está formando parte de nuestra vida y es la tendencia que marcará el futuro, aunque se necesita contar con las medidas de seguridad y la regulación necesaria para que no se salga de control.
Se llama biohacking al hecho de utilizar herramientas como microprocesadores o sensores en el cuerpo humano con el objetivo de mejorarlo, monitorear la salud o que interactúe con otros dispositivos, como puertas, impresoras o sistemas de pago; sin olvidar a aquellos que tratan de usar la tecnología para tener nuevos avances en materia de genética y biología, entre otras disciplinas científicas.
Dmitry Bestuzhev, director del Equipo de Investigación y Análisis para América Latina en Kaspersky Lab, empresa especializada en seguridad informática, consideró que el biohacking no es una práctica nueva, al contrario es algo que se usa desde hace varios años en los marcapasos o los miembros biónicos, sin embargo es ahora cuando gracias al menor costo de los chips y sensores que se están estudiando nuevos usos.
Rezago en América Latina
“En América Latina hay casos aislados en los que se trata de usar esta tecnología, el tema es fuerte en Europa especialmente en Suecia. Ahí hay más personas que lo están usando y tratando de promocionar este tipo de facilidad de la tecnología”, aseguró el experto de la firma rusa en entrevista.
Un ejemplo de ello es Suecia, donde hay un edificio llamado Epicenter al que únicamente se tiene acceso si se lleva bajo la piel un chip del tamaño de un gramo de arroz.
Es la manera en que las 700 personas que laboran ahí diariamente,pueden ingresar al edificio. En un futuro cercano también se podrán pagar servicios o comprar un café con estos dispositivos.
Bestuzhev también recordó que estos chips pueden usarse para monitorear los datos biométricos del usuario y enviarlos a otros dispositivos, como un teléfono inteligente vía Bluetooth o directamente al médico.
En este caso resalta la empresa Grindhouse Wetware con su propuesta llamada Circadia, un chip implantado en el brazo que monitorea la salud y envía mensajes, advertencias o textos al teléfono inteligente, sin olvidar que el dispositivo cuenta con luces LED para verlo a través de la piel.
A ello se suman otras propuestas, como Pixium Vision, para devolver la vista a las personas con ceguera o las pruebas hechas por científicos de la Universidad de Carolina del Sur y la Universidad Wake Forest para implantar en el cerebro de ratones un chip con memoria.
Los peligros
El director del Equipo de Investigación y Análisis para América Latina en Kaspersky Lab advirtió que, si bien es una tecnología que puede hacer la vida mejor y más sencilla, también conlleva riesgos.
El mejor ejemplo fue el experimento realizado por Seth Wahle, un ingeniero de APA Wireless, que se implantó un chip NFC en la mano izquierda con el que pudo hackear dispositivos Android y eludir prácticamente todos los controles de seguridad.
“Imagina que alguien cercano pueda leer lo que tiene el chip, analizar los mensajes e interactuar con la persona, es un peligro, en el sentido de que la persona no tiene forma de saber lo que está pasando”, destacó el especialista.
Lamentablemente, consideró que el biohacking está siguiendo la curva de la evolución tecnológica, en la que primero se buscan los usos y luego se piensa en la seguridad, a pesar de que existen muchas formas de usar estos chips para hacer el mal.
El caso más extremo sería que puedan clonarlos y usarlos para cometer un crimen inculpando al usuario original.
Ante este escenario, no descarta que cada país en un futuro cercano decida emitir una regulación que especifique, por ejemplo, cuántos chips puede usar una persona, quiénes pueden o bajo qué circunstancias.
Aunque esto dependerá en gran medida de si se percibe un “caos” en materia de seguridad o una oportunidad económica, ya que hasta el momento no se conoce a ciencia cierta cuál es el valor de mercado potencial del biohacking.