Hace algunas semanas salió a la luz pública el contenido de una conversación privada, que comprometió seriamente la legitimidad no sólo del presidente del INE, sino del propio instituto.

Es incuestionable que las cosas, simplemente, no funcionan. Como en un partido de futbol en el que los jugadores no obedecen al árbitro, porque saben que no tiene el carácter suficiente para sacar la tarjeta roja cuando debe de hacerlo. El carácter, o la voluntad: es en verdad increíble la actitud pusilánime de quien sólo tiene de autoridad el título, que no su ejercicio.

Hace algunas semanas salió a la luz pública el contenido de una conversación privada, que comprometió seriamente la legitimidad no sólo del presidente del INE, sino del propio instituto. En su momento se entendió como un ataque directo, y se cerraron filas alrededor de Lorenzo Córdova: sin embargo, el contenido de las grabaciones no era, en sí mismo, suficiente para derrocarlo, y ese es, precisamente, el punto más interesante. ¿Cuál era la intención de difundir esa conversación en específico, justo en ese momento? Como golpe no tiene la contundencia necesaria, pero como advertencia sería de una precisión quirúrgica: la publicación de otra conversación, de contenido más comprometedor, hubiera sido un torpedo dirigido no sólo a la línea de flotación del INE, sino que pondría en serios riesgos a nuestra frágil democracia.

Volviendo a la cuestión inicial, es increíble la actitud pusilánime de quien tuvo a su cargo una elección que brindó al mundo entero imágenes de disturbios y titulares de violencia. De quien permitió que un partido político abusara, una y otra vez, de su poderío económico y siguió violando la ley cuando la ciudadanía entera no sólo solicitaba, sino exigía, que le fuera puesto un tope. De quien no fue capaz de desarrollar los comicios en paz: pocas pruebas más claras de la incapacidad de la sedicente autoridad que el hecho de que, en el municipio de Tixtla, hayan sido los propios ciudadanos quienes tuvieron que defender las urnas a pedradas, incluso teniendo que construir barricadas para impedir el paso de quienes pretendían quemar las casillas. Era evidente que existirían conflictos en un municipio que ha estado en el ojo del huracán por mucho tiempo, y no es sino de sentido común poner atención en los lugares que representen un riesgo. Sin embargo, quienes estuvieron ahí para defender el voto fueron los ciudadanos, y no la autoridad. El mensaje es claro: el Estado ha abandonado a la sociedad civil, quien tiene que asumir las responsabilidades que la autoridad desprecia. Es una película que, de tan vista, nos sabemos de memoria.

Hay que decirlo con todas sus letras: Lorenzo Córdova no puede seguir al frente del INE, incluso sin el sospechosismo de que podría haber algo más detrás de las grabaciones que todos conocemos. Debe terminar con el encargo que no supo manejar correctamente, y dejar el puesto a un árbitro que sepa encarar a los jugadores, y sobre todo que no dude en sacar la tarjeta roja en el momento preciso. Su responsabilidad iba mucho más allá de simplemente lograr que la elección se llevara a cabo: tuvo que haberla sabido conducir en condiciones de equidad, justicia y tranquilidad. Las fotografías que circulan en los principales diarios del mundo lo prueban de sobra: lo que ocurrió ayer, a pesar de que pudo haber sido mucho más grave, no es sino la muestra palpable de un Estado de derecho inexistente.

La solución no pasa por simplemente remendar, una vez más, la ley. Es necesario, cierto, pero no podemos seguir creando monstruos legislativos a la medida de los berrinches de los perdedores. Podríamos tener la mejor ley del mundo, pero con un árbitro que, por el motivo que sea, no está dispuesto a cumplirla, nunca va a funcionar. Gracias por sus servicios, Lorenzo. Y hasta luego. Víctor Beltri