La filipina Whang-Od, de 92 años, podría ser la última de las mambabatok (maestras tatuadoras) de la región de Kalinga al norte de Filipinas, pues gracias a la poca natalidad de la región, la única esperanza para la supervivencia de esta tradición recae en su pequeña sobrina-nieta Grace, de 10 años.
Antes de la escasez de elementos, en Kalinga, cada pueblo solía tener una mambabatok que tatuaba a las mujeres que estaban con edad de casarse con motivos decorativos, a los guerreros con ciempiés para ir a la batalla, y a los que volvían victoriosos, con águilas.
Su técnica, el batok, es de las pocas maneras artesanales de tatuar que quedan en el mundo: en el batok se usa una espina afilada sujetada a un palo. El palo está mojado en tinta hecha a base de hollín y penetra la piel con pequeños golpes de un mazo de bambú, siguiendo una plantilla hecha a mano.
El interés que la técnica ha despertado, ha devuelto la esperanza de conservación de esta tradición milenaria, pues la exclusividad de estos tatuajes ha atraído a periodistas y turistas de todo el mundo a la aldea de Whang-Od.
A continuación algunas imagenes de su maravilloso trabajo: