No es necesario ser un hobbit para vivir en una casa bajo tierra. Esta tendencia de vivienda consciente tiene como postulado no alterar de manera agresiva la fisonomía de los terrenos, sino más bien, adaptarse a ellos. El impacto medioambiental se minimiza y la originalidad incrementa.

A diferencia de lo que muchos puedan pensar, vivir bajo tierra permite que la temperatura se regule mejor y, de esa manera, no se sufre el calor. La idea que prima en este tipo de viviendas es la eficiencia energética. Las propiedades aislantes de la tierra reducen los costos de enfriamiento en el verano y de calefacción en el invierno, en un 60 a 85% en ambas estaciones.

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