Con la llegada del verano, los termómetros marcan temperaturas récord en muchas partes del mundo. Sin embargo, el aumento del calor no solo causa molestias, sino que también trae consigo un preocupante fenómeno conocido como “gripa por calor”. Esta inusual condición de salud, impulsada por el cambio climático, está generando un incremento significativo de casos en diversas regiones.

La “gripa por calor”, también conocida como “gripe estival” o “gripe de verano”, no es una infección viral, sino una reacción del cuerpo humano a las altas temperaturas. Cuando las condiciones ambientales son extremadamente calurosas y húmedas, el organismo tiene dificultades para regular su temperatura interna, lo que puede llevar a síntomas similares a los de la gripe, como fiebre, dolor de cabeza, fatiga, mareos y sudoración excesiva.

Los grupos más vulnerables a la “gripa por calor” son los niños pequeños, los adultos mayores y las personas con problemas de salud crónicos. Además, los trabajadores que realizan actividades al aire libre durante los días más calurosos están expuestos a un mayor riesgo.

El cambio climático ha exacerbado este fenómeno, ya que las olas de calor se vuelven más frecuentes e intensas en muchas partes del mundo. Los expertos advierten que si no se toman medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el calentamiento global, los casos de “gripa por calor” podrían aumentar aún más en el futuro.

Para prevenir esta afección, es esencial tomar medidas de precaución durante los días calurosos. Mantenerse hidratado, evitar la exposición directa al sol en las horas de mayor calor, usar ropa fresca y ligera, y buscar lugares con aire acondicionado son algunas recomendaciones básicas para protegerse.

Además, los gobiernos y las comunidades deben implementar políticas y programas de adaptación al cambio climático, como la creación de espacios públicos con sombra, la promoción del uso responsable de la energía y la concienciación sobre los riesgos del calor extremo.