Algo pasó con los que protestaron –con razón– por los tratos para adquirir la “casa blanca”, porque ahora no ponen el grito en el cielo por el flagrante conflicto de interés de Marcelo Ebrard con la privatización de un inmueble en beneficio de su hermano… donde él vive ahora.
¿Qué pasó con la congruencia? ¿Dónde están las ocho columnas? ¿Y los artículos flamígeros contra un funcionario que por lo visto usó su poder para beneficio familiar?
Estamos ante una penosa muestra de la doble moral de los acusadores de Peña Nieto, que callan cuando Marcelo Ebrard enajena un bien público para que lo compre su hermano a precio de ganga y se lo “rente” a él.
Cuando la señora Angélica Rivera de Peña Nieto adquiere a plazo un terreno junto a su casa, propiedad de una empresa contratista del gobierno, es motivo de escándalo.
Pero si Ebrard vende en un millón de pesos un inmueble de la ciudad, valuado en 33 millones, a una empresa de la que es accionista su hermano, y luego esa empresa se la “renta” a él, reina el silencio. Se le oculta. Se le protege. Se le ignora.
Sí, necesitamos una limpia de malos políticos, pero también de una intelectualidad salpicada de mercaderes de la cultura.
Y una renovación de la comentocracia oportunista que se mueve según soplan los vientos de lo políticamente correcto.
De acuerdo con la documentada nota de Milenio, publicada lunes y martes de esta semana, la casona de Río de Janeiro 46 era propiedad del GDF y el encargado de privatizarla fue Adrián Michel Espino, Oficial Mayor del gobierno de Marcelo Ebrard.
¿No ven conflicto de interés en que el Oficial Mayor de Ebrard venda un bien público a la empresa del hermano de su jefe?
Ese funcionario, Adrián Michel Espino, ahora es diputado de la Asamblea Legislativa del DF. Como diputado local formó parte de la Comisión Investigadora de la Línea 12 del Metro, que exoneró a Ebrard de responsabilidades por esa estafa de 46 mil millones de pesos… que no funciona.
¿No hay ahí una trama de complicidades y conflictos de interés?
Por lo visto sí. Pero criticar a la banda de la izquierda no genera aplausos ni da prestigio político.
Los oportunistas juzgan en qué partido se ubica el infractor, y no la infracción. Si es del PRI o del PAN, duro con él. Si se ha refugiado en la izquierda, está purificado.
A Ebrard lo persiguen los temas de dinero y no se aclara ni uno.
La casona de la colonia Roma, la Línea 12 del Metro, y diez millones de dólares que la embajada de Azerbaiyán entregó a su gobierno para levantar una estatua al dictador Heydar Aliyev.
Pero hacia allá no interesa mirar. No reditúa en aplausos.
Por: Pablo Hiriart
Twitter: @PabloHiriart